domingo, 19 de abril de 2009

Fiesta de la Divina Misericordia

Este 2do domingo de Pascua, último día de la octava de Pascua, también es el día de la divina misercordia, el día del perdón. El día fue instituido por el siervo de Dios Juan Pablo II, recordando el mensaje de Cristo a Santa Faustina Kowalska.

Lo que dice el Papa Benedicto XVI sobre este gran día
El archivo de ACI Prensa sobre el día de la Divina Misericordia

jueves, 16 de abril de 2009

Combatiendo al Mundo

(tomado del libro "Combate Espiritual" de Lorenzo Scupoli, pp. 209-219)

La vida del hombre es una continua milicia
Job 7,1

La perfección cristiana no es otra cosa que una perfecta observancia de los preceptos de Dios y su ley, con el solo fin de obedecerle y agradarle, sin declinar ni a derecha ni a la izquierda, ni volver atrás. De modo, que el fin de toda la vida del cristiano, que quiere serlo perfectamente, ha de ser engendrar y conservar en sí un hábito, con el cual, acostumbrándose a no hacer en cosa alguna su propia voluntad, todo lo que hiciere lo haga sólo como impulsado por la voluntad de Dios.

En pocas palabras se ha dicho todo lo que se pretende, pero reducirlo a la práctica y ponerlo en ejecución, en esto está la dificultad o consiste todo el trabajo. Porque reinando en nosotros por el pecado, y por nuestros malos hábitos, una ley contraria a Dios; conviene que combatamos contra nosotros mismos, y contra el mundo y el demonio, que excitan y mueven nuestras guerras.
Es necesario un ánimo grande, resuelto y determinado a pelear, y a no volver atrás. Es necesario también tener armas y saber manejarlas. Quién no pelea como debe, de cierto perece y muere para siempre.

Conseguirás la grandeza de ánimo y valor que se requiere, si desconfiando de ti mismo, pones tu confianza en Dios; teniendo por cosa cierta que el mismo Dios está dentro de ti para librarte de cualquier peligro, y que ninguna tentación será mayor a tus propias fuerzas. Más aún, alcanzarás, peleando, la victoria, si desconfiado de tus fuerzas y propia industria, te acoges con segura confianza al poder, bondad y sabiduría de Dios.

Conviene que te apliques continuamente a vencer y ordenar la primera pasión, que es el amor propio; pues ordenada ésta, que es como la cabeza, todas las demás pasiones la seguirán, como miembros suyos, porque nacen de ella, y en ella tienen su raíz y su vida.

El modo de vencer y ordenar esta pasión primera, es considerar las cosas que amas, sus cualidades, y qué es lo que deseas o pretendes con este amor. Porque nuestra voluntad, estando apasionada por el mundo y el pecado, es muy débil y flaca para resistir y vencer sus pasiones y ordenarlas a Dios y a su obediencia. Moviéndose comúnmente nuestras pasiones por las cosas del mundo, y cobrando fuerzas con sus falsas grandezas o deleites engañosos, se sigue que vencido y despreciado el mundo con todas sus cosas, viene la voluntad del hombre a respirar con libertad, y a volverse a otro objeto, ya que no puede estar sin amar y sin tener en qué deleitarse. Nuestra voluntad es ciega, el entendimiento tiene que mostrarle por tanto cuando cae en el error.
El modo de vencer al mundo es considerar profundamente qué son en realidad sus cosas, y cuáles sus promesas. Esta consideración, si no estamos ciegos con alguna de nuestras pasiones, nos hará comprender con claridad lo mismo que conoció Salomón, a quien reveló Dios todo el misterio de las ilusiones y vanidades del mundo; el cual, después de haber hecho experiencia de todo lo que hay en él, reconociendo el engaño de los placeres, y la inutilidad de las grandezas humanas, y sintiendo en si mismo la nada de su propia gloria, dijo: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad y aflicción de espíritu"

Esta verdad se experimenta cada día, porque deseando el corazón del hombre saciarse, aunque haya alcanzado todo lo que desea, no por eso queda satisfecho, sino antes con más hambre desea sustentarse de sombras, sueños, vanidades y mentiras, cosas que no pueden darle nutrimento alguno.
Las promesas del mundo son todas falsas y llenas de engaños; promete felicidad y da inquietud; promete y no da, generalmente; y si da lo que promete, luego lo quita; y si no lo quita luego, aflige y atormenta más a sus apasionados; porque tienen puestos sus deseos, sin hallar en ellos el descanso, en los bienes aparentes. A estos hombres se puede decir justamente: "Hijos de Adán, ¿hasta cuando seréis duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?"

Pero concedamos a estos engañados que estos bienes aparentes del mundo son verdaderos: ¿Qué diremos de la rapidez y presteza con que para la vida del hombre para gozarlos? ¿Dónde están las riquezas, las prosperidades, la soberbia de tantos príncipes, soberanos e intelectuales? Pereció en un momento toda su falsa gloria.

El modo pues, de que venzas de tal suerte el mundo, que le vuelvas las espaldas, y lo obligues a que él te las vuelva a ti, esto es, que estés crucificado al mundo, y el mundo esté crucificado a ti, es que antes que tu voluntad se aficione y se pegue al mundo, le salgas al encuentro, primeramente con una profunda consideración de sus vanidades y mentiras, y después con el desprecio de la voluntad; porque así, no estando ni la voluntad ni el entendimiento apasionados por él, con facilidad lo despreciarás; y a cualquier criatura que te proponga podrás decir: "¿Eres criatura? No pondré en ti aficción, porque voy buscando en la criatura sólo a mi Creador; no eres tú a quien yo quiero y deseo amar, sino al que a ti te da la vida y la virtud"

lunes, 13 de abril de 2009

viernes, 10 de abril de 2009

Otra estúpida guerra santa

¿No me creen? Y ahora es en el mero, mero México. Pues lean.

jueves, 9 de abril de 2009

Nuevo número Revista Cultural Areópago

Quiero resaltar 3 artículos de la Revista Cultural Areópago de Abril

Una sugerencia para los cinéfilos: Longford

Un artículo sobre un defensor de la fe: el historiador católico Belloc

Y el plato fuerte un breve ensayo sobre Getsemaní