miércoles, 30 de noviembre de 2011

30 de noviembre de 2011 - Evangelio del Dia



San Andrés, apóstol - Fiesta


Mas sobre san Andres: https://www.facebook.com/groups/catolicosfirmesensufe/doc/10150983052020258/

Evangelio según San Mateo 4,18-22.

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.

Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

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Comentario del Evangelio

Liturgia bizantina
Vísperas del 30 de Noviembre

«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres»

Cuando has oído la voz del Precursor... cuando el Verbo se hizo carne y trajo la Buena Nueva de salvación a la tierra, tu le seguiste a su casa ofreciéndote a ti mismo como primicia; como primera ofrenda a Aquel que acabas de conocer, y lo muestras a tu hermano como nuestro Dios (Juan 1:35-41): pidiéndole que salve e ilumine vuestras almas...

Tú abandonas la pesca de peces, por la pesca de los hombres, con la caña de la predicación y el anzuelo de la fe. Has alejado a todos los pueblos del abismo del error, Andrés, hermano del jefe del coro de los Apóstoles, cuya voz suena para instruir a todo el mundo. Ven a iluminar a los que celebran tu dulce recuerdo, a aquellos que están en las tinieblas

Andrés, el primero de entre tus discípulos, Señor, llamado a imitar tu pasión, y también tu muerte. Por tu cruz ha sacado del abismo de la ignorancia a los que se pierden otra vez, para traerlos a ti. Por eso te que cantamos, Señor de bondad: por su intercesión, da la paz a nuestras almas...

Alégrate, Andrés, que pregonas por todas partes la gloria de nuestro Dios, (Sal 18,2). Tú el primero, has respondido a la llamada de Cristo y has llegado a ser su íntimo compañero, imitando su bondad, reflejas su claridad en los que moran en las tinieblas. Por eso celebramos tu festividad y cantamos: "A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje» (Sal 18,5).

Fuente:http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP

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Domingo 4 de diciembre de 2011 - Domingo de la Semana 2 del Tiempo de Adviento. Ciclo B


«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas»

Lectura del profeta Isaías 40, 1-5. 9-11

«Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.»



Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.» Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede. Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas».



Lectura de la segunda carta de San Pedro 3,8-14



«Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, = mil años, como un día. = No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá.



Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán? Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en la que habite la justicia. Por lo tanto, queridos, en espera de estos acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz ante él, sin mancilla y sin tacha».



Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 1,1-8



«Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: = Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. = Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, = apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados.



Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».





& Pautas para la reflexión personal



z El vínculo entre las lecturas



El Evangelio, en este segundo Domingo de Adviento, nos presenta la figura de «Juan el Bautista» y su fuerte predicación sobre la conversión. Juan prepara los caminos y anuncia la venida de Aquél que es más fuerte que él. La vuelta del exilio babilónico porta un mensaje consolador y lleno de esperanza para el pueblo elegido: «Preparad en el desierto un camino al Señor…Ahí viene el Señor Yahveh con poder y su brazo lo sojuzga todo» (Primera Lectura). El Apóstol San Pedro sale al encuentro de aquellos que están tentados a dormirse y olvidar el Día del Señor que «llegará como un ladrón» en el momento menos esperado. ¿Cómo debemos esperarlo? Esforzándonos para estar «en paz ante Él, sin mancha y sin tacha».



J «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios…»



Ésta es la frase con la cual se inicia el Evangelio de San Marcos. A ella se debe el hecho de que nosotros llamemos «Evangelio» a los cuatro escritos que contienen el misterio cristiano. Es intere­sante detenerse a analizar el término «evangelio», que tiene tanta importancia en el cris­tianismo. En su acepción original el término «evan­gelio» no desig­naba un libro. Este concepto encierra una inmensa riqueza de significado y su explicación es muy apro­piada al tiempo de Ad­viento en que nos encontramos. ¿Qué significa entonces el término «evangelio» y por qué al anun­cio de Jesucristo se llama «evangelizar»? «Evangelio» es una palabra griega compuesta de la parti­cula «eu», que significa «bueno» y del sustantivo «angelion», que significa «anuncio, noticia, mensaje». Por eso suele traducirse por «buena noti­cia».



Pero es más que esto. En el campo profano un «evangelio» es el anuncio o la noticia de algo que está destinado a cambiar la vida de quién lo recibe. Por ejemplo, la noticia de que se ha decla­ra­do la paz, anun­ciada a los soldados que están en las trinche­ras arriesgando sus vidas lejos de sus hogares, susci­ta en ellos una explo­sión de alegría. Esa noticia hace cam­biar su estado de ánimo, hace nacer planes del regreso a casa y proyectos para el futuro, da a la vida una perspecti­va nueva. Ese anun­cio es un «evange­lio». Para estos casos se usaba la palabra «evangelio». Cuando se anuncia a un encar­celado esta noticia: «Se ha cumplido tu condena; eres li­bre», eso es un «evangelio». Así vemos que se usa en el Antiguo Testamento: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que evangeliza la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salva­ción, que dice a Sión: Ya reina tu Dios!» (Is 52,7).



La imagen es la de una ciudad asediada y rodeada por ejércitos a la cual inesperada­mente llega el anuncio de que el enemigo se ha retirado. Los que temían la muerte, ahora pueden gritar: «Estamos salva­dos". Han recibi­do un "evangelio». Por otro lado es interesante notar que en la época helenística el término recibe una connotación religiosa nueva en relación al culto imperial. La elevación de Vespasiano a la dignidad de Emperador constituye el objeto de un «evangelio». Varias inscripciones helenísticas en honor de algún rey o del emperador atestiguan que el significado religioso y salvífico del término estaba ya extendido en tiempos de Jesús.



Para que haya un «evangelio» tiene que preceder un tiempo de espera, de expectativa, de carencia de algo que se anhela o de alguien cuya venida se añora. Por eso decimos que el tiempo de Adviento es apropiado para entender el significado de este térmi­no. Estamos en la actitud de quien anhela la venida de Cristo y, con Él, la llegada de la salva­ción. El Evan­gelio es el anuncio de la salvación defi­nitiva de la esclavi­tud del pecado y de la muerte. San Juan Crisós­tomo lo dice hermosamente: «Los que ayer eran cautivos, ahora son hombres libres y ciudadanos de la Iglesia; los que antaño estaban en la vergüenza del pecado están ahora en la santidad» (Catequesis bautismal III, 5). Éste es el anuncio que se oyó en la noche buena cuando nació el Salva­dor: «Os evan­geli­zo una gran alegría: Os ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salva­dor, que es el Cristo Señor» (Lc 2,11). Ese anuncio es un verdadero «Evangelio».





J «No se retrasa el Señor en el cumplimiento de su promesa… llegará como ladrón»



Los últimos Domingos del año litúrgico con­cluido hace dos semanas nos ponían ante la perspectiva de la venida final de Jesu­cristo. La fe en este hecho futuro es tan fundamental en nuestra vida cristiana que ha sido incorpo­rado como un artículo del Credo: «De nuevo vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos». Esta misma perspec­tiva se prolon­gaba en el primer Domingo del Ad­viento, donde resona­ba con insis­tencia la recomendación: «Velad», y se procuraba nutrir en nosotros la actitud de espera que debe carac­terizar la vida de todo cristiano.



Este Domingo no se abandona esta perspectiva comple­tamente, pues está presente en la Segunda Lectura, tomada de la II carta de San Pedro. Ya en la época en que fue escrita esa carta (a fines del siglo I) se consideraba que la espera de la venida final del Señor era demasiado prolongada y se procuraba explicar su retraso: «No se retrasa el Señor en el cumpli­miento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con voso­tros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión».



Pero, por medio de la Primera Lectura y, sobre todo, del Evangelio, este Domingo se desplaza nuestra atención hacia el tiempo en que la humanidad esperaba la primera venida de Cristo. En el tiempo anterior a la venida de Cristo, el profeta Isaías veía ya próximo el momento de la salvación. Después del tiempo del castigo por sus peca­dos y del destierro, comienza para el pueblo de Dios el tiempo del consuelo. El profeta ha reci­bido esta ins­trucción del Señor: «Consolad, conso­lad a mi pueblo».



El consuelo consistiría en la venida de Dios mismo en perso­na. Pero hay que prepararle un camino: «Una voz grita: 'En el desierto abrid camino al Señor; trazad en la estepa una calzada recta para nuestro Dios. Que todo valle sea eleva­do, y todo monte y cerro rebajado; que lo escabroso se vuelva llano y lo torcido se enderece[1]'». ¿De quién es esta voz que así grita? No es la voz del profeta; tampoco es la voz de Dios mismo. Es una voz misteriosa no identificada. Lo que sí se conoce es lo que anuncia: anuncia que el Señor vendrá y que es necesa­rio prepararle un camino.



J «Voz que clama en el desierto»



Podemos entender ahora el sentido de las primeras palabras del Evangelio de Marcos: «Conforme está escrito en Isaías, el profeta: 'Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino; voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas', -conforme a eso- apareció Juan bautizando en el desierto...». Lo que el evangelista quiere decir es que Juan el Bautista es esa voz misteriosa que en Isaías no había sido identi­ficada. La aparición de esa voz indica que ya está próximo el momen­to de la venida del Señor trayendo el consuelo para su pueblo. San Ambrosio dirá que ésa es como la del trueno que conmueve los desiertos. La actividad de Juan consistió precisamente en prepa­rar al pueblo para la venida de Jesús. Y lo hizo «procla­mando un bautismo de conversión para perdón de los peca­dos».



La preparación para recibir a Jesús es siempre la conversión que, por medio del Bautismo y de la Penitencia, nos obtiene el perdón de los pecados. Ésta es también la preparación para la venida presente de Jesús, cuando Él viene a nosotros como alimento de vida eterna en la Euca­ristía. Es también la preparación para su venida final cuando venga en la gloria, como lo recordaba San Pedro en su carta: «Esforzaos por ser halla­dos ante Él en paz, sin mancha y sin tacha».



Juan desarrolló un gran movimiento en torno a él, ya que acudían a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén. Había peligro de que él mismo fuera identificado como el Salvador esperado. El Evange­lista San Lucas lo dice explícitamente: «Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazo­nes acerca de Juan, si no sería él el Cristo» (Lc 3,15). Esto debió parecerle a Juan un absurdo. El sabía quién era él y quién era aquél que anunciaba. Si en Isaías «la voz» grita que se prepare el camino «al Señor», hay un mundo de diferencia entre «la voz» y «el Señor». San Marcos nos dice que Juan es esa voz; pero el anunciado por esa voz es el Señor; Él viene después de Juan.



Esto Juan lo sabe bien y por eso rechaza enérgicamente la idea que él pudiera ser el espe­rado[2]: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sanda­lias. Yo os bautizo con agua, pero Él os bautiza­rá con Espíritu Santo». La primera imagen que Juan nos da para indicar la grandeza de Jesús es insuficiente: «No soy digno de desa­tarle la correa de las sandalias».



Esta diferencia de rango se da también entre los hombres ¡por desgracia! Pero la segunda afirmación expresa verdaderamente la grandeza del que viene: «Yo os bautizo con agua; Él os bautizará con Espíritu Santo». El Espíritu Santo es el don de Dios por excelencia. El único que puede comunicar el Espíritu Santo es Dios mismo.



En efecto, en el Antiguo Testamento cada vez que Dios encomienda al hombre una misión que es imposible a las solas fuerzas humanas, lo provee de su Espíritu, y entonces el hombre se hace capaz. Este don lo comunicará el que es anunciado por Juan.









+ Una palabra del Santo Padre:



«¡Queridos hermanos y hermanas! Con este Domingo comienza el Adviento, tiempo sumamente sugerente desde el punto de vista religioso, pues está lleno de esperanza y de espera espiritual: cada vez que la comunidad cristiana se prepara para hacer memoria del nacimiento del Redentor, experimenta en sí un escalofrío de alegría, que se comunica, en cierta medida, a toda la sociedad.



En Adviento, el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu: por una parte, levanta la mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, que es el regreso glorioso del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se agacha ante el Nacimiento. La esperanza de los cristianos se dirige al futuro, pero siempre queda bien arraigada en un acontecimiento del pasado. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen María, «nacido de mujer, nacido bajo la ley», como escribe el apóstol Pablo (Gálatas 4, 4)…

Podríamos decir que el Adviento es el tiempo en el que los cristianos tienen que despertar en su corazón la esperanza de poder, con la ayuda de Dios, renovar el mundo. En este sentido, quisiera recordar también hoy la constitución del Concilio Vaticano II, « Gaudium et spes» sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo: es un texto profundamente impregnado de esperanza cristiana. Me refiero en particular al número 39, titulado: «Tierra nueva y cielo nuevo». En ella se puede leer: «Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia (Cf. 2 Corintios 5,2; 2 Pedro 3,13)…



No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra». Los buenos frutos de nuestro esfuerzo los volveremos a encontrar, de hecho, cuando Cristo entregue al Padre su reino eterno y universal. Que María santísima, Virgen del Adviento, nos permita vivir este tiempo de gracia vigilando y comprometidos en la espera del Señor».



Benedicto XVI., Ángelus del 27 de noviembre del 2005.



' Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana



1. «Preparad el camino del Señor, enderezad las sendas» de la existencia humana; nos exhorta Juan el Bautista ¿De qué manera concreta voy a vivir este mensaje?



2. Acojamos las palabras de Benedicto XVI y acudamos a María, la Virgen del Adviento, para esperar con ella el nacimiento del Niño-Dios.



3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 717-720.







[1] Ver Mal 3,1-2; Is 52, 7-9.



[2] Esta información es tan precisa y necesaria que sale en los cuatro Evangelios al mencionar la figura de Juan el Bautista.

30 de Noviembre, San Andres, Apóstol


Nació en Betsaida y tuvo el honor y el privilegio de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios". Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús, Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscan?". Ellos le dijeron: "Señor: ¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venga y verán". Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde.

Esa llamada cambió su vida para siempre. San Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Salvador del mundo" y lo llevó a donde Jesús quien encontró en el gran San Pedro a un entrañable amigo y al fundador de su Iglesia. El día del milagro de la multiplicación de los panes, fue San Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes. El santo presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por uno, sus maravillosos sermones, viviendo junto a él por tres años.

En el día de Pentecostés, San Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y prodigios.

La tradición coloca su martirio el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón, en una cruz en forma de aspa, que es como generalmente se le representa.

Leer: Mateo 4, 18-22

Fuente: http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=359

martes, 29 de noviembre de 2011

29 de noviembre - Evangelio del Dia


Martes de la I Semana de Adviento

Liturgia de las Horas - Martes I

Evangelio según San Lucas 10,21-24.

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".

Breve Meditación: ¿Quienes son los pequeños?

Los pequeños son los humildes. los que se sacrifican y no viven para si mismos y consideran a los demas superiores que si mismos. Vivendo en la verdad es como nos hacemos humildes y vivimos la alegría de quien como Santa Maria ha creido y ha obedecido, y Dios les ha concecido liberación de las cadenas del pecado.

Dios revela a los pequeños la fuerza de su gracia, y ellos dan gracias a Dios por los frutos de su apostolado.

Evangelizar no es hacer propaganda ni hacer activismo proselitista como los que no creen, confiemos en el poder de Dios y hagamos apostolado con el testimonio del cambio que Dios ha obrado en nuestras propias vidas.

Una palabra de los Santos

3er Discurso para la Novena de Navidad de San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia

«Lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a los más pequeños»

Considera cómo, después de tantos siglos, después de tantas plegarias y suspiros, vino, nació y se dió todo a nosotros el Mesías, que no fueron dignos de ver los santos patriarcas y profetas; el suspirado de los gentiles, el deseado de los collados eternos, nuestro Salvador: Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El Hijo de Dios se empequeñeció para hacernos grandes; se dio a nosotros para que nosotros nos diéramos a Él; vino a demostrarnos su amor, para que le correspondiésemos con el nuestro. Recibámoslo, pues, con afecto, ámennosle y recurramos a Él en todas nuestras necesidades.

¡Oh amable Jesús, tan despreciado por mi!, bajasteis del cielo para rescatarnos del infierno y daros por completo a nosotros, y ¿cómo pudimos tantas veces despreciaros y volveros las espaldas? ¡Oh Dios!, los hombres son tan agradecidos con las criaturas, que, si alguien les hace un regalo, si les envía una visita lejana, si les da cualquier prueba de afecto, no se olvidan y se sienten forzados a corresponder. Y, a vuelta de esto, ¡son tan ingratos con vos, que sois su Dios, y tan amable que por su amor no rehusasteis dar sangre y vida !Mas, ¡ay de mi, que fui peor que los demás, por haber sido más amado y más ingrato. ¡Ah!, si las gracias que me dispensasteis las hubierais dado a un hereje, aun idolatra, se habrían hecho santos, y yo os ofendí. Por favor, no os recordéis, Señor, de las injurias que os hice.

Dijisteis que, cuando el pecador se arrepiente, os olvidáis de todos los ultrajes recibidos: Ninguno de los pecados que cometió le será recordado. Si en lo pasado no os amé, en lo futuro no quiero hacer más que amaros. Ya que os disteis completamente a mí, os doy, en cambio, toda mi voluntad; con ella os amo, os amo, os amo y quiero repetir siempre: os amo, os amo. Quiero vivir siempre repitiendo lo mismo y así quiero morir, lanzando el postrer suspiro con estas suaves palabras: Dios mío, os amo, para comenzar desde el punto en que entrare en la eternidad con un amor contínuo hacia vos, que durara eternamente, sin dejar ya de amaros. Entre tanto, Señor mío, único bien y único amor mío, me propongo anteponer vuestra voluntad a todos mis placeres. Venga todo el mundo y lo rechazo, que no quiero ya dejar de amar a quien me ha amado tanto; no quiero disgustar más a quien merece por parte mía infinito amor. Secundad, Jesús mío, este mi deseo con vuestra gracia.

29 de Noviembre - San Gregorio, Taumaturgo


Se llama "taumaturgo" al que hace muchos milagros. A este santo le pusieron ese nombre porque según indica la tradición popular, desde tiempos de Moisés, no se había visto a un hombre conseguir tantos milagros como los que obtuvo San Gregorio.

Cuando era joven tuvo que viajar a Cesarea, en Palestina, a acompañar a una hermana; estando allá, conoció al sabio más grande de su tiempo que era Orígenes quien había puesto una escuela de teología en esa ciudad.

Al estallar la persecución de Decio en 250, San Gregorio aconsejó a los cristianos que se escondieran para que no tuvieran peligro de renegar de su fe cristiana por temor a los tormentos. Se ha hecho célebre en la historia de la Iglesia la frase que dijo este gran santo poco antes de morir. Preguntó: "¿Cuántos infieles quedan aún en la ciudad sin convertirse al cristianismo?" Le respondieron: "Quedan diecisiete", y él exclamó gozoso: "Gracias Señor: ese era el número de cristianos que había en esta ciudad cuando yo llegué a misionar aquí. En ese tiempo no había sino 17 cristianos, y ahora no hay sino 17 paganos".

Las gentes lo invocaban después cuando hubo inundaciones y terremotos, y es que San Gregorio con sus oraciones y sacrificios logró detener terribles inundaciones que amenazaban acabar con toda los cultivos y casas de la ciudad.

http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=358

lunes, 28 de noviembre de 2011

28 de noviembre: Beato Luis Campos Gorriz, mártir, laico casado


Durante la Guerra Civil en España, muchos laicos dieron su vida testimoniando su fidelidad a Jesucristo. La breve vida de Luis Campos nos muestra un amor profundo y comprometido con la Iglesia, a la cuál amo entrañablemente.

Nació Luis en Valencia, España el 30 de junio de 1905. Sus padres lo inscribieron en el Colegio San José de la misma ciudad, el cual era dirigido por los jesuitas. Allí Luis consolidó su formación cristiana y además desarrolló una profunda piedad mariana en las Congregaciones Marianas; seguirá vinculado espiritualmente a la Compañía de Jesús hasta su muerte.

Después de terminar el colegio estudió en la Universidad de Valencia Derecho y Filosofía y Letras, ambas carreras las siguió al mismo tiempo, lo que nos muestra su hambre profunda de verdad y también su capacidad intelectual. Más adelante se doctoró en la Universidad Central de Madrid en Leyes. Mientras era estudiante universitario acompañó en varios de sus viajes al siervo de Dios Ángel Herrera Oria, quien más tarde sería sacerdote y cardenal de la Iglesia y que desarrollaba una importante labor de propagación de la fe.

Perteneció a varias asociaciones laicales católicas: fue Secretario y Presidente de la Federación de Estudiantes Católicos de Valencia; miembro de la Junta Suprema de Confederación Nacional de Estudiantes Católicos; Presidente de la Congregación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga de Valencia, Secretario del Centro de Valencia de la Asociación Católica de Propagandistas y finalmente, Secretario General de la misma. Como vemos, Luis estaba muy consciente de sus responsabilidades como laico en estos momentos difíciles para la Iglesia en España.

Cuando tenía 28 años, contrajo matrimonio con Carmen de Arteche. Era un hombre bueno y se había casado con una mujer virtuosa, todo apuntaba a un futuro feliz de esta joven pareja, pero al poco tiempo ella fallece y queda viudo. En el Torrente, localidad de Valencia donde vivía su padre, es apresado por las milicias anticatólicas de los revolucionarios. Conocedores de su compromiso con la fe, es sometido a un fuerte interrogatorio y el mismo día lo fusilaron en el picadero de Paterna. Había entregado su vida a Dios cuando tenía solo 31 años, los cuales había vivido intensamente amando al Señor y a su Iglesia.

El 11 de marzo de 2001 el Papa Juan Pablo II lo beatificó junto con 233 mártires de la Guerra Civil española, era la mayor ceremonia de beatificación de la historia.

Fuente:http://www.prelaturaayaviri.org/index.php?id=774&option=com_content&task=view

27 de Noviembre, Santa Catalina Labouré


Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Sma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.

A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.

Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.

El 27 de noviembre de 1830 estando Santa Catalina rezando en la capilla del convento, la Virgen María se le apareció totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Ella le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen María "M", y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.

Catalina le comentó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el sacerdote al darse cuenta de la santidad de Catalina, intercedió ante el Arzobispo para obtener el permiso para hacer las medallas y por ende, los milagros.

Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido.

Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales.

En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré.

Exhumado su cuerpo en 1933, fue encontrado en perfecta conservación y se encuentra actualmente en un féretro de cristal en la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, París. El papa Pío XI la beatificó el 28 de mayo de 1933 y Pío XII el 27 de julio de 1947 la canonizó. Su fiesta se celebra el 27 de noviembre.

Fuente: ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=357

sábado, 26 de noviembre de 2011

26 de Noviembre, San Leonardo de Puerto Mauricio, Predicador




San Leonardo ha sido uno de los mejores predicadores que ha tenido Italia, y logró popularizar por todo el país el rezo del santo Víacrucis. Nació en Puerto Mauricio (Italia) en 1676, estudió con los jesuitas en Roma, y a los 21 años logró entrar en la Comunidad de los franciscanos. Una vez ordenado sacerdote se dedicó con gran éxito a la predicación pero uniendo este apostolado al más estricto cumplimiento de los Reglamentos de su comunidad, y dedicando largos tiempos al silencio y a la contemplación.

Fue nombrado superior del convento franciscano de Florencia y allí exigía la más rigurosa obediencia a los severos reglamentos de la comunidad, y no recibía ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la celebración de las misas. Como penitencia, él y sus frailes vivían únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Su convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades.

San Leonardo estimaba muchísimo el rezo del Santo Viacrucis (las 14 estaciones del viaje de Jesús hacia la cruz). A él se debe que esta devoción se volviera tan popular y tan estimada entre la gentes devota. Como penitencia en la confesión ponía casi siempre rezar un Viacrucis, y en sus sermones no se cansaba de recomendar esta práctica piadosa. En todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas solemnemente las 14 estaciones del Viacrucis, logrando erigir el Viacrucis en 571 parroquias de Italia. Otras tres devociones que propagaba por todas partes eran la del Santísimo Sacramento, la del Sagrado Corazón de Jesús y la del Inmaculado Corazón de María.

Ya muy anciano y muy desgastado de tanto trabajar y hacer penitencia, y después de haber pasado 43 años recorriendo todo el país predicando misiones, tuvo que hacer un largo viaje en pleno invierno. Falleció en el año 1751.

Fuente: http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=355

viernes, 25 de noviembre de 2011

25 de Noviembre, Santa Catalina de Alejandria, Mártir



Natural de Alejandría fue una mujer de noble cuna que estudió filosofía. Se convirtió al cristianismo inspirada por un sueño de un ermitaño. Después, convirtió a la esposa del emperador Majencio, a un oficial y a doscientos soldados. En venganza, el emperador reunió a cincuenta eruditos paganos y la retó a un debate religioso. Después de una larga y acalorada discusión, las palabras de Catalina indujeron a los cincuenta eruditos a convertirse. Majencio ordenó que la ataran a un potro, que la despedazó enseguida. Después fue decapitada.

Es patrona de la elocuencia, los filósofos, los predicadores, las solteras, las hilanderas y los estudiantes.

Fuente: http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=354

jueves, 24 de noviembre de 2011

24 de Noviembre, San Andrés Dung-lac y Compañeros Mártires



Durante el siglo XVI y los siguientes, el pueblo del Vietnam escuchó el mensaje evangélico, predicado, en primer lugar, por misioneros pertenecientes a diferentes Ordenes religiosas. El pueblo vietnamita recibe la predicación de los misioneros con gran piedad y alegría. Pero no tardó en sobrevenir la persecución. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX muchos vietnamitas fueron martirizados, entre los cuales se cuentan obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, catequistas de uno y otro sexo y hombres y mujeres laicos de distintas condiciones sociales.

Fuente: http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=626

miércoles, 23 de noviembre de 2011

23 de Noviembre - San Clemente I, Papa y Mártir


San Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro (después de Lino y Cleto) y gobernó a la Iglesia desde el año 93 hasta el 101.

El año 96 escribió una carta a Los Corintios, que es el documento Papal más antiguo que se conoce (Después de las cartas de San Pedro). En esa carta da muy hermosos consejos, y recomienda obedecer siempre al Pontífice de Roma. Entre otras cosas dice: "el que se conserva puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra".

Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea (al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos le decían: "Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo".

San Ireneo (que vivió en el siglo segundo) dice que Clemente vio a los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos.

Las Actas antiguas añaden que allá en Crimea convirtió a muchísimos paganos y los bautizó. Los obreros de la mina de mármol sufrían mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuete de agua cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas conversiones más.

Un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter. Él dijo que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado al mar, y para que los cristianos no pudieran venerar su cadáver, le fue atado al cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cadáver a la orilla.

San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860 los restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad en la Ciudad Eterna, y allá se conservan.

Oremos por nuestro actual Pontífice, para que a imitación de San Clemente y los demás Pontífices santos que ha tenido la Iglesia Católica, sepa guiar sabiamente a los que seguimos la santa religión de Cristo.

Fuente:ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=625

martes, 22 de noviembre de 2011

27 de noviembre de 2011 - Domingo de la Semana 1 de Adviento, ciclo b


«Estad atentos y vigilad »

Lectura del profeta Isaías 63,16b-17.19b; 64,2b-7

«Tú, Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es «El que nos rescata» desde siempre. ¿Por qué nos dejaste errar, Yahveh, fuera de tus caminos, endurecerse nuestros corazones lejos de tu temor? Vuélvete, por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. ¡Ah si rompieses los cielos y descendieses - ante tu faz los montes se derretirían! Tú descendiste: ante tu faz, los montes se derretirán. Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él. Te haces encontradizo de quienes se alegran y practican justicia y recuerdan tus caminos. He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores; estamos para siempre en tu camino y nos salvaremos.

Somos como impuros todos nosotros, como paño inmundo todas nuestras obras justas. Caímos como la hoja todos nosotros, y nuestras culpas como el viento nos llevaron. No hay quien invoque tu nombre, quien se despierte para asirse a ti. Pues encubriste tu rostro de nosotros, y nos dejaste a merced de nuestras culpas. Pues bien, Yahveh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros».

Lectura de la primera carta de San Pablo a los cristianos de Corinto 1, 3-9

«Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo.

Así, ya no os falta ningún don de gracia a los que esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo. El os fortalecerá hasta el fin para que seáis irreprensibles en el Día de nuestro Señor Jesucristo. Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro».

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 13,33-37

«Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»


Pautas para la reflexión personal

El vínculo entre las lecturas


Con el I Domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico (ciclo B). Jesucristo es el centro de la historia humana. Su venida al mundo es el aconteci­miento más importante de toda la historia, de manera que todo lo que ocurre dentro del tiempo se clasifica en «antes» o «des­pués de Cristo». Justamente las lecturas de este Domingo se refieren a esa anhelante espera así como a la salvación prometida por Dios. En la Primera Lectura tenemos una bellísima oración, en forma de salmo[1], que expresa los sentimientos de los israelitas que volvían alegres a la tierra prometida después del destierro, pero advertían que, extrañamente, la intervención salvífica de Dios se hacía esperar: «¡Ah si rompieses los cielos y descendieses!» Hay dolor por la realidad actual, pero esperanza serena en la promesa del Señor. En la Segunda Lectura San Pablo nos dice que ya no nos falta ningún don: todo ya ha sido dado en Jesucristo para nuestra Reconciliación ya que Dios es siempre fiel a todas sus promesas. El Evangelio de San Marcos indica cuál debe de ser la actitud normal del creyente consecuente con su fe: la espera vigilante. ¡El Señor está para llegar en cualquier momento en nuestras vidas! Qué absurdo resulta entonces no vigilar y mas aún quedarnos dormidos…no sea que llegue de improviso.

«Yahveh, tú eres nuestro Padre y Redentor desde siempre»

Después de recordar la actitud providente de Dios con su pueblo, Isaías invita a Yahveh a manifestar de nuevo sus cuidados y prodigios. Le pide que contemple desde el cielo (ver 63,15) y vea la situación actual de su pueblo abandonado: «¿dónde está tu celo y tu fortaleza…?¿Y tus misericordias ante mí se han contenido?». Sin embargo el profeta reconoce que Yahveh es el único que los puede rescatar y redimir[2] de sus culpas. El profeta alza al cielo una pregunta y pregunta por qué los deja andar errantes por sus caminos o caprichos, permitiendo que se endurezca su corazón, de modo que no obren según el temor de Dios.

Esta situación de abandono hace que el profeta sienta ansias de que se «abran los cielos», el único obstáculo físico entre Dios y su pueblo. Sin embargo, después de reconocer los pecados del pueblo, el profeta apela a la misericordia de Dios: Israel es su pueblo y Yavheh no es indiferente a sus calamidades. «Pues bien, Yahveh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros». La única razón de existir de Israel es justamente la elección de Dios. Y esto nunca está lejos del corazón de Dios.

«Estad atentos y vigilad»

El Evangelio de este Domingo comienza con estas palabras de Jesús: «Estad aten­tos y vigilad, porque igno­ráis cuándo será el momento". Y luego Jesús agrega una parábola para ilustrar la necesidad de estar siempre a la espera: «Es igual que un hombre que se ausenta... y ordena al portero que vele: velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la ca­sa...». En el breve Evange­lio de este Domingo es claro que no sabemos el momento, pero no se nos aclara el momento de qué. Es porque ya lo ha dicho Jesús antes: «Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vien­tos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo» (Mc 13,26-27).

Lo importante es fijar ahora nuestra mirada en ese momento de la venida final de Jesús. Si el momento de la primera venida de Cristo, con una ciencia más depurada, podría llegar a fijarse con precisión, el momento de su última venida es imposible predecirlo. Esto es un punto firme de la enseñanza de Cris­to, tanto que llega a decir: «De aquel día y hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» (Mc 13,32). «Nadie sabe nada»; y entre los que excluye el conocimiento de este día, excluye también al Hijo (se entiende en su condición humana, que es la situa­ción en que habría podido revelarlo). Hay una sola excep­ción: el Padre. Es que Dios no tiene sucesión de tiempo; Él ve toda la historia presente de punta a cabo. Es como el autor de una pieza de teatro que en el momento de crearla ya sabe cuándo empieza y cuándo termina. Nadie más lo sabe por más que aparezcan los clásicos «sabedores de todas las ciencias ocultas» que quieran embaucarnos con falsas previsiones.

Alguien podría pensar que el tema de la espera vigi­lante es más intenso ahora que antes, pues ahora estamos más cerca del fin. En realidad, el tema de la vigilancia rige en todas las edades con igual intensidad. Este es el sentido de la amplia­ción de los destinatarios que leemos en el Evangelio: «Lo que a vosotros digo, lo digo a todos: ¡Velad!». Lo que Jesús mandaba a los de su tiempo lo manda también a noso­tros más de 2000 años después, y su voz resuena con la misma urgencia en todas las edades intermedias. Es esencial a la condición cristiana estar en vela siempre y esperando. La advocación cristiana más antigua lo atesti­gua: «Marana tha: Señor, ven» (1Cor 16,22).

«No sea que los encuentre dormidos…»

San Agustín comentando sobre la vigilancia distingue el sueño del cuerpo y el sueño del alma: «Dios ha concedido al cuerpo el don del sueño, con el cual se restauran sus miembros, para que puedan sostener al alma vigilante. Lo que debemos evitar es que nuestra alma duerma. Malo es el sueño del alma. El sueño del alma es el olvido de su Dios... A éstos el apóstol dice: 'Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo' (Ef 5,14). Así como el que duerme corporalmente de día, aunque brille el sol y el día caliente, es como si estu­viera de noche; así también algunos, ya presente Cristo y anuncia­da la verdad, yacen en el sueño del alma».

El que duerme tiene que despertarse ahora; no mañana, porque no sabe si el Señor viene «al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada». No hay que ser como ese hombre que tenía el vicio del juego y dijo: «Prometo que desde mañana ya no jugaré más; esta noche será la última vez». Éste está perdido, porque mañana dirá lo mismo y así sucesivamente, y el día del Señor lo sorprenderá durmiendo. Hay que ser como este otro: «Mañana no sé; pero esta noche, no». El primero se parece demasiado a los que duermen y dicen hoy, al comenzar el Adviento: «Me volveré a Dios sin falta para Navidad». Es seguro que cuando llegue la Navidad, dirán: «Lo haré sin falta en Cuares­ma..., etc.». A cada uno nos manda el Señor el mismo mensaje que envió a la Iglesia de Laodicea: «Sé ferviente y arrepiénte­te. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,19-20).

El tiempo de espera

El tiempo de Adviento es un tiempo de con­versión, de peni­tencia, de sobriedad, de vigilancia, de ayuno, porque «nos ha sido quita­do el Esposo» y todavía no vuelve. El entonces Cardenal Joseph Ratzinger nos explica bellamente: «Reflexionemos un poco acerca de lo que significa la palabra «adviento». Esta es una palabra latina, que en nuestro idioma, se puede traducir por «presencia» o «llegada» o «venida». En el lenguaje del Antiguo Testamento se designaba la llegada de algún personaje oficial, especialmente la de reyes o los césares a la provincia.

Pero también podía expresar la llegada de la divinidad, la cual salía de su ocultamiento y manifestaba con poder su actuación, o cuya presencia en el culto se celebraba de una manera festiva y solemne. Esta palabra la tomaron los cristianos para expresar su relación especial respecto a Jesucristo. Él es para ellos el rey que hizo su entrada en esta pobre provincia de la tierra y a la que Él regala la fiesta de su visita; Él es aquél en cuya presencia en la reunión litúrgica ellos creen. De un modo general, ellos trataban de decir con esta palabra: Dios está aquí. Él no se retiró del mundo. No nos dejó solos. Aun cuando no podamos verle y tocarle, como si se tratara de una cosa, sin embargo, está aquí y viene a nosotros de muchas maneras.

Un segundo elemento fundamental del adviento es el aguardar, lo cual, al mismo tiempo, es una esperanza. El adviento representa lo que es, en fin de cuentas, el contenido del tiempo cristiano y el contenido de la historia. Jesús dejó ver esto en muchas parábolas: en la historia de los criados que aguardan al regreso de su Señor o que se olvidan del mismo y que actúan como si ellos fueran los dueños; en la narración acerca de las vírgenes que esperan al novio o que no le quieren esperar, y en las parábolas de la semilla y de la cosecha.

Una palabra del Santo Padre:

«Con este primer Domingo de Adviento se abre el nuevo año litúrgico y, más específicamen­te, se inicia el período de preparación para la Navi­dad. Toda la Iglesia, peregrina en el mundo, se pone en camino hacia el Mesías esperado. Dios es «Aquel que viene»: vino a nosotros en la persona de Jesucristo; sigue viniendo en los sa­cramentos de la Iglesia y en todo ser humano que implora nuestra ayuda; y vendrá en la gloria al final de los siglos. Por eso, el Adviento se ca­racteriza por la espera vigilante y activa, alimen­tada por el amor y la esperanza, que se expresa en la alabanza y la súplica y se traduce en obras concretas de caridad fraterna.

El Adviento (nos prepara a celebrar) la venida del Salvador en la humildad de nuestra naturaleza humana. (…) Prepararse para la Navidad significa este año disponerse a entrar por la Puerta santa, símbolo del paso a la vida nueva y eterna, que Jesucristo vino a abrir ante todo hombre. Esto acentúa la dimensión penitencial, ya presente en el tiempo de Adviento, y que recuerda con fuerza la figura de Juan el Bautista, el cual enseña precisamente que el camino del Señor se prepara con el cam­bio de mentalidad y de vida (cf. Mt 3, 1-3).

El Adviento es tiempo mariano por excelen­cia, porque María esperó y acogió de manera ejemplar al Hijo de Dios hecho hombre. Que la Virgen santísima nos ayude a abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, Redentor del hombre y de la historia; nos enseñe a ser humildes, porque en el humilde pone Dios su mirada; nos haga comprender cada vez más el valor de la oración, del silencio interior y de la escucha de la palabra de Dios; nos impulse a una íntima y sincera bús­queda de la voluntad de Dios, incluso cuando al­tera nuestros proyectos; y nos anime a esperar al Señor, compartiendo nuestro tiempo y nuestras energías con los necesitados. Madre de Dios, Virgen de la espera, haz que el Dios que viene nos encuentre dispuestos a acoger la abundancia de su misericordia».

Juan Pablo II. Ángelus, 28 de noviembre de 1999.


Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. Vivamos junto con la Iglesia la espera del nacimiento del Niño Jesús. Preparemos y encendamos la primera vela de la corona de adviento en familia.

2. Nuestra esperanza no se da en abstracto. ¿Cómo voy a vivir de manera concreta esa espera? ¿Qué medios voy a colocar para poder en este tiempo acercarme más a Jesús y a María?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 524. 1095. 1817-1821.

[1] Los salmos son oraciones que expresan toda clase de afectos y experiencias humanas, pero principalmente manifiestan una fe y una confianza profunda en Dios.

[2] Redimir: (Del lat. redimĕre). Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen. Librar de una obligación o extinguirla. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.

22 de Noviembre - Santa Cecilia, Virgen y Mártir


Según una antigua tradición, la santa pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad. Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda.

El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos, defendieron su fe y murieron mártires. En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, la que se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma.

Fuente: ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=351

lunes, 21 de noviembre de 2011

21 de Noviembre - La Presentación de la Santísima Virgen María



Hoy, celebramos junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña Santa María.

Es en una antigua y piadosa tradición que encontramos los orígenes de esta fiesta mariana que surge en el escrito apócrifo llamado "Protoevangelio de Santiago". Este relato cuenta que cuando la Virgen María era muy niña sus padres San Joaquín y Santa Ana la llevaron al templo de Jerusalén y allá la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios.

Históricamente, el inicio de esta celebración fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén en el año 543. Estas fiestas se vienen conmemorando en Oriente desde el siglo VI, inclusive el emperador Miguel Comeno cuenta sobre esto en una Constitución de 1166.

Más adelante, en 1372, el canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.

Oración:

Santa Madre María,
tú que desde temprana edad te consagraste al Altísimo,
aceptando desde una libertad poseída
el servirle plenamente como templo inmaculado,
tú que confiando en tus santos padres,
San Joaquín y Santa Ana,
respondiste con una obediencia amorosa
al llamado de Dios Padre,
tú que ya desde ese momento
en el que tus padres te presentaron en el Templo
percibiste en tu interior el profundo designio de Dios Amor;
enséñanos Madre Buena a ser valientes seguidores de tu Hijo,
anunciándolo en cada momento de nuestra vida
desde una generosa y firme respuesta al Plan de Dios.

Amén

Fuente: ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=610

20 de Noviembre - San Felix de Valois



Algunos escritos de la "Orden de la Santísima Trinidad", afirman que San Félix llevaba el apellido de Valois porque pertenecía a la familia real de Francia, pero en realidad el nombre proviene de la provincia de Valois donde habitó originalmente.

Según se dice, vivió como ermitaño en el bosque de Gandelu, en la diócesis de Soissons, en un pueblo llamado Cerfroid. Tenía el propósito de pasar su vida en la oscuridad pero Dios lo dispuso de otro modo. En efecto, San Juan de Mata, discípulo de San Félix, le propuso que fundase una orden para el rescate de los cautivos. Aunque el santo tenía ya setenta años, se ofreció a hacer y sufrir cuanto Dios quisiera por un fin tan noble. Así, los dos santos partieron juntos a Roma en el invierno de 1197 para solicitar la aprobación de la Santa Sede.

San Félix propaga la orden en Italia y Francia. En París fundó el convento de San Maturino y cuando San Juan volvió a Roma, San Félix a pesar de su avanzada edad, administró la provinica francesa y la casa madre de la orden en Cerfroid. Ahí murió a los ochenta y seis años de edad en 1212.

Según la tradición de los trinitarios, los dos santos fueron canonizados por el Papa Urbano IV en 1262. Alejandro VII confirmó el culto de los dos fundadores en 1666.

Fuente: ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=348

19 de Noviembre - San Odón


San Odón se hizo muy conocido y querido por todos por ser el superior del más célebre monasterio de su tiempo, el de Cluny, y porque tuvo bajo su dirección más de mil monjes en diversos conventos.

Debido a fuertes dolores de cabeza que el santo padeció cuando era joven, tanto él como su padre le prometieron a Dios Celestial mejoría para la dolencia, a lo que el Padre accedió de inmediato a sanarlo de todo mal que lo aquejaba. Un día leyó las Reglas que San Benito hizo para sus monasterios y se dio cuenta de que él estaba muy lejos de la santidad, y entonces pidió ser admitido como monje en un convento benedictino. El año 910 fue fundado el famoso Monasterio benedictino de Cluny (en Francia) y el fundador lo llevó como ayudante. Después de la muerte del fundador quedó Odón como Superior del inmenso monasterio.

Al principio San Odón se dedicaba más al estudio que a la oración, pero en una visión, contempló que su alma era como un vaso muy hermoso pero lleno de serpientes. Con esto comprendió que si no se dedicaba totalmente a la oración y a la meditación no sería agradable a Dios, y desde entonces su vida fue un orar continuo y fervoroso y un meditar constante en temas religiosos. Odón insistía muchísimo en que se rezaran con gran fervor los salmos y en que se observara un gran silencio en el monasterio. Y fue formando monjes tan fervorosos que con ellos logró fundar otros 15 monasterios más.

Murió el 19 de noviembre del año 942. Contribuyó inmensamente al resurgimiento del espíritu religioso.

Fuente:ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=347

viernes, 18 de noviembre de 2011

18 de Noviembre - Dedicación de la Basílica de San Pedro y San Pablo


Según la tradición, el martirio de San Pedro tuvo lugar en los jardines de Nerón en el Vaticano, donde se construyó el Circo de Calígula y se afirma que fue sepultado cerca de ahí. Algunos autores sostienen que, en el año 258, se trasladaron temporalmente las reliquias de San Pedro y San Pablo a una catacumba poco conocida llamada San Sebastián a fin de evitar una profanación, pero años después, las reliquias fueron trasladadas al lugar en que se hallaban antes.

En el año 323, Constantino comenzó a construir la basílica de San Pedro sobre el sepulcro del Apóstol. Permaneció idéntica por dos siglos, y poco a poco los Papas fueron estableciendo junto a ella, al pie de la colina Vaticana, su residencia, tras el destierro de Aviñón. En 1506, el Papa Julio II inauguró la nueva Basílica proyectada por Bramante. La construcción duró 120 años. La nueva basílica de San Pedro, tal como se ve hoy, fue consagrada por Urbano VIII el 18 de noviembre de 1626, y el altar mayor fue construido sobre el sepulcro de Pedro.



El martirio de San Pablo tuvo lugar a unos 11 kilómetros del de San Pedro, en Aquae Salviae (actualmente Tre Fontane), en la Vía Ostiense. El cadáver fue sepultado a tres kilómetros de ahí, en la propiedad de una dama llamada Lucina.

La gran Iglesia de San Pablo Extramuros fue construida principalmente por el emperador Teodosio I y el Papa San León Magno. En 1823 fue consumida por un incendio. Se reconstruyó, haciendo una imitación de la anterior y fue consagrada por el Papa Pío IX el 10 de diciembre de 1854, pero la fecha de su conmemoración se celebra en este día, como lo hace notar el Martirologio.

Fuente: http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=346

jueves, 17 de noviembre de 2011

17 de Noviembre - Santa Isabel de Hungría, Viuda



Su padre era rey de Hungría y fue hermano de Santa Eduvigis. Nacida en 1207, vivió en la tierra solamente 24 años, y fue canonizada apenas cuatro años después de su muerte. La Iglesia Católica ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los enfermos.

Cuando ella sólo tenía veinte años y su hijo menor estaba recién nacido, el esposo murió luchando en las Cruzadas. La Santa estuvo a punto de sucumbir a la desesperanza, pero luego aceptó la voluntad de Dios. Renunció a propuestas que le hacían para nuevos matrimonios y decidió que el resto de su vida sería para vivir totalmente pobre y dedicarse a los más pobres. Daba de comer cada día a 900 pobres en el castillo

Un día, después de las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los altares, la santa se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre, como San Francisco de Asís hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a ayudar a los más pobres. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana. Cuando apenas iba a cumplir sus 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.

Los milagros que sucedieron en su sepulcro movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte, y además, Santa Isabel de Hungría fue declarada patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

16 de Noviembre - San Roque de Santa Cruz y Compañeros Mártires



El primer Santo Paraguayo e inspiración para toda la humanidad.

Nacido en Asunción, Paraguay, en 1576. Desde joven demostró una gran piedad ya que a los 14 años dirigió una procesión por el bosque en honor a la Eucaristía.

Fue ordenado sacerdote a la edad de 22 años y poco después nombrado párroco de la catedral de Asunción por el Obispo Martín Ignacio de Loyola.

El 9 de mayo de 1609 San Roque entró en la Compañía de Jesús y dos años mas tarde fue nombrado superior de la primera Reducción de Paraguay, San Ignacio Guazú. En la plaza de esta ciudad existe hoy una enorme estatua en su honor.

El deseo de llevar el evangelio a todo el mundo lo animaba a seguir adelante. El 22 de marzo de 1615 fundó una reducción en Itapúa (actual ciudad de argentina de Posadas) la cual pronto se trasladó a la otra orilla del río, en lo que es hoy Encarnación, Paraguay. Por eso se le reconoce como fundador y patrono de ambas ciudades. Otras dos Reducciones fundadas por San Roque González son: Concepción (1619) y Candelaria (1627).

Gran amante de la Virgen María. Con ella conquistaba corazones para Cristo. Por eso le llamaba "conquistadora".Se cuenta que muchas veces con solo levantar el cuadro de la imágen de nuestra Señora, los índios admiraban la belleza de María y sin pronunciar palabras se convertían.

Martirio

El 15 de noviembre de 1628, celebró la Santa Misa cerca de Caaró (hoy día en Brasil), donde se planeaba una nueva reducción. Allí fue asesinado por un cacique llamado Nezú. Los asaltantes quemaron su cuerpo pero, milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento. Este corazón tan lleno del amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto. Cinco años mas tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un hacha de piedra.

El corazón de San Roque y el hacha fueron trasladados a Paraguay en 1960 tras una breve estancia en Argentina. Ahora están expuestos en la Capilla de los Mártires en el colegio de Cristo Rey, Asunción, Paraguay. En la misma capilla hay una placa con los nombres de 23 misioneros jesuitas martirizados en la región.

Es de notar que ninguno murió a manos de los indios guaraníes de las Reducciones sino por miembros de otras tribus que no les conocían o de los "paulistas". Estos últimos eran cazadores de esclavos procedentes de San Paulo, Brasil, que tenían a los padres por enemigos por su defensa de los indios.

La visión de San Roque sobre las Reducciones se conserva en una carta a su hermano Francisco: "Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia ellos están exentos de esto por ley natural, divina y humana".

En 1931 Roque de Santa Cruz y sus dos compañeros mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados.

San Roque fue canonizado por Su Santidad Juan Pablo II en su visita al Paraguay, en la ciudad de Asunción, Mayo de 1988.

Fuente: Conferencia Episcopal Paraguaya

martes, 15 de noviembre de 2011

15 de Noviembre - San Alberto Magno, Doctor de la Iglesia


Ya en su tiempo la gente lo llamaba "El Magno", el grande, por la sabiduría admirable que había logrado conseguir. Lo llamaban también "El Doctor Universal" porque sabía de todo: de ciencias religiosas, de ciencias naturales, de filosofía, etc. Era geógrafo, astrónomo, físico, químico y teólogo, y las personas comentaban que el santo "sabe todo lo que se puede saber" y le otorgan además el título de "milagro de la época", "maravilla de conocimientos" y otros más.

San Alberto fue el maestro del más grande sabio que ha tenido la Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino. El descubrió la genialidad del joven Tomás.

Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el gobierno y en la alta sociedad. Ingresó de religioso con los Padres Dominicos.

En Colonia, en París y en varias otras universidades fue un profesor brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus clases. Tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía, y de rescatar y reconciliar las ideas del filósofo con las cristianas (lo cual perfeccionará luego su discípulo Santo Tomás).

Escribió 38 volúmenes, de todos los temas. Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos. Y el Sumo Pontífice lo nombró Arzobispo de Ratisbona, pero a los dos años renunció a ese cargo para dedicarse a su misión intelectual.

Murió el 15 de noviembre de 1280, a la edad de 74 años.

Fuente: ACIprensa http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=342

lunes, 14 de noviembre de 2011

Domingo 20 de noviembre de 2011 - Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo A



«¡Venid, benditos de mi Padre!»

Lectura del profeta Ezequiel 34,11-12.15-17

«Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas. En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío».

Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios 15,20-26.28

«¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida. Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte. Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo».

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 25,31-46

«Y cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad, y todos los ángeles con él, se sentará entonces sobre el trono de su majestad. Y serán todas las gentes congregadas ante él, y apartará los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el rey a los que estarán a su derecha: 'Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era huésped, y me hospedasteis; Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel, y me vinisteis a ver'. Entonces le responderán los justos, y dirán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? Y ¿cuándo te vimos huésped, y te hospedamos; o desnudo, y te vestimos? O ¿cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y te fuimos a ver?'

Y respondiendo el rey, les dirá: 'En verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis'. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; Era huésped, y no me hospedasteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis'.

Entonces ellos también le responderán, diciendo: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?' Entonces les responderá, diciendo: 'En verdad os digo: Que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis'. E irán estos al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna"».


Pautas para la reflexión personal

El vínculo entre las lecturas


El año litúrgico se cierra siempre con la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Desde la reforma litúrgi­ca la Iglesia ha reservado este último Domingo del año para contemplar a Jesucristo en la plenitud de su gloria y poder. La primera lectura, tomada del profeta Ezequiel, manifiesta el amor del Señor que se desvive por buscar a sus ovejas, sigue su rastro, las apacienta, venda sus heridas, cura las enfermas. El Señor, en persona, va juzgar entre oveja y oveja (Primera Lectura). Asimismo el Salmo Responsorial 22 destaca el amor y la misericordia del Señor que como Buen Pastor conduce, guía y conforta a sus ovejas. San Pablo, en la carta a los Corintios, nos habla del poder de Cristo que aniquilará todos los poderes hostiles al Reino de Dios. El último enemigo en ser vencido será la muerte (Segunda Lectura).

Finalmente el Evangelio nos presenta la venida definitiva del «Hijo del Hombre» que viene para separar a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de las cabras. El criterio que seguirá el Señor en este día, será el criterio del amor y la caridad: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber... Todos los que hayan practicado el amor a Cristo y a sus hermanos irán a la vida eterna; los otros, al castigo eterno (Evangelio), ya que, como nos dice San Juan de la Cruz, «en la tarde de la vida seremos examinados sobre el amor».

«Yo soy el Buen Pastor»

El profeta Ezequiel nos ofrece uno de los textos más bellos del Antiguo Testamento. En él se repite hasta tres veces que «el Señor mismo» es quien se preocupa por cada una de sus ovejas; la busca si se han perdido, la cura si está herida, le ofrece pastos abundantes si padece hambre.

Los malos pastores, aquellos que no buscan el «bien común» de sus hermanos, han dejado que se pierdan las ovejas, se han aprovechado de ellas; por eso, el profeta anuncia que será Dios mismo quien ahora cuidará del rebaño. «Y suscitaré sobre ellos un solo pastor que las apacentará, mi siervo David, él las apacentará y será su pastor; y yo, el Señor seré su Dios, y mi siervo David, su príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, he hablado» (Ez 34, 23-24). Dios que es justo y ejerce esta justicia con amor juzgará a cada una de las ovejas y «vendrá a salvar a (sus) ovejas para que no estén expuestas a los peligros».

El bellísimo salmo 22 se referirá nuevamente al buen pastor para hablar del Señor. Cuánto conforta saber que «Dios mismo» es nuestro pastor, que «Dios mismo» nos conduce y repara nuestras fuerzas, nos guía por senderos de justicia. Este buen pastor será, al final de nuestra vida, quien nos juzgará. Es verdad, Cristo Jesús, que se encarnó y vino a la tierra como el Buen Pastor en busca de sus ovejas, desea que todas ellas estén en el redil, desea que todas ellas formen parte de su rebaño. No permite que le sea arrebatada ninguna.

El pastor, al final del texto de Ezequiel, separa oveja de oveja. Se trata pues de una llamada urgente para decidirse a favor o en contra del Señor. No hay lugar para términos medios. Quien no está con Él estará contra Él. Muchos, lamentablemente, no quieren oír los ruegos del Señor y no quieren «ser del rebaño de Jesús».

Cristo vence a todos los enemigos del hombre

Cristo, Rey del Universo, vence a todo los enemigos del hombre. Así, en la carta a los Corintios, San Pablo habla de todos los principados y potestades[1] que se oponen al Reino de Dios. «Todos los enemigos deben quedar bajo el estrado de sus pies», porque al final de los tiempos se debe realizar toda justicia. Al final, el mal será definitivamente derrotado por el bien y por el amor; pero recordemos que el triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal. «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rm 12,21).

El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, sufrirá la última derrota de frente a Cristo resucitado, Señor de vivos y de muertos. ¡Cómo deberían incidir en nuestras vidas, verdades tan fundamentales y decisivas! Cristo tiene que reinar. Cristo reinará y vencerá el último enemigo, la muerte.

En su bello libro «Memoria e Identidad»[2] el recordado Juan Pablo II nos dice: «He aquí la respuesta a la pregunta esencial: el sentido más hondo de la historia rebasa la historia y encuentra la plena explicación en Cristo, Dios-Hombre. La esperanza cristiana supera los límites del tiempo. El reino de Dios se inserta y se desarrolla en la historia humana pero su meta es la vida futura».

«¿Pero cuándo te vimos desnudo, hambriento, enfermo o en la cárcel?»

Siempre que escuchamos acerca del «Juicio Final» tenemos la tentación de pensar que ésta es una realidad bastante lejana de nuestra vida cotidiana. ¡Todavía falta tanto tiempo…! Justamente lo que el Señor Jesús hace es traernos lo más cerca posible esta realidad última. El pasaje se inicia hablando sobre el «Hijo del hombre»[3] que vendrá en su gloria. Este es el nombre que Jesús adoptó para referirse a su propia perso­na y es un título enigmático que al mismo tiempo oculta y revela su miste­rio. En efecto, el Hijo eterno de Dios que estaba en los esplendores de la gloria del Padre, «se despojó de sí mismo tomando la condi­ción de siervo hacién­dose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como un hombre; y se humilló a sí mismo, obede­ciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2,7-8). Cuando Jesús estaba ante los Sumos Sacerdo­tes y el Sanedrín, respondiendo sobre quién era, dice: «Sí, y yo os aseguro que veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo» (Mt 26,64). El que estaba siendo juzgado y condenado por los hombres, es el mismo que al final de la historia vendrá como Juez de vivos y muertos y serán congregadas ante Él todas las naciones. Pondrán unos a su derecha y otros a su izquierda.

¿Cuál será el criterio para decidir quiénes irán a un lado u otro? Ante todo sabemos que no es insignificante el estar a la derecha o a la izquierda ya que nuestra «eternidad» depende de ello. La diferencia entre una situación y la otra es total: unos son llamados «benditos de mi Padre» y los otros, «mal­ditos»; unos poseen el Reino y los otros van al fuego eter­no. Pero por otro sabemos que no es una sentencia arbitraria, porque el Juez explica los motivos de la glorificación o de la condenación eterna. A los de la derecha el Rey dirá: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba en la cárcel y vinisteis a verme». La sorpresa ahora será mayúscula ya que, aparentemente, nunca se han encontrado con el Señor.

Sin embargo la respuesta aclara la duda: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicis­teis». El Rey se identifica con los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos, los débiles, los encarcelados, los despreciados del mundo. Si queremos ser gratos al Rey, el único modo que tenemos aquí en la tierra es hacerlo en aquéllos a quie­nes él llama «mis hermanos más pequeños». Nunca jamás se ha elevado a una dignidad mayor a los pobres y necesitados. A los de la izquierda dirá lo contrario y éstos preguntarán: «¿Cuándo...cuándo?». Y la sentencia seguirá la misma lógica que la anterior: «Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, conmigo dejasteis de hacerlo».

La última y definitiva sentencia

El juicio es final y la sentencia por lo tanto es definiti­va: «Irán unos al castigo eterno y los otros a la vida eter­na». Ambas situaciones son «eter­nas» y no habrá tribunal de apela­ción ya que no habrá más tiempo ni espacio. El criterio discriminante está claramente expuesto: el amor. San Agustín nos dice: «El amor es la consumación de todas nuestras obras. En el amor está el fin. Hacia él corremos». Sabemos claramente qué nos van a examinar.

Toca a cada uno preparar bien la respuesta que daremos. La única actitud que no podremos tener es la de preguntar: «¿Cuándo, Señor, te vimos en necesi­dad?». Nunca se expresó en modo más claro que el amor a Dios y amor al prójimo constituyen un solo amor: amando a los pequeños de este mundo es a Cristo mismo a quien amamos.

Una palabra del Santo Padre:

« Os exhorto a vosotras, queridas fami­lias, a no tener miedo de vivir un amor exigente que revista, como escribe el apóstol Pablo, las características de la paciencia, la benignidad y la esperanza (cf. 1 Cor 13, 4. 7). A vosotros, queridos jóvenes, quisiera repetiros que la Iglesia os necesita, y de­searía añadir: vosotros tenéis necesidad de la Iglesia, porque la Iglesia desea so­lamente ayudaros a encontrar a Jesús, que hace libre al hombre para amar y servir. La Iglesia os necesita para que, des­pués de haber experimentado la verda­dera libertad, que sólo Cristo puede ofreceros seáis capaces de testimoniar el Evangelio en medio de vuestros coe­táneos con valentía y gran creatividad, según la sensibilidad y los talentos pro­pios de vuestra juventud. ¡Quiera Dios que la misión de los jóvenes, dentro de la gran Misión ciudadana, favorezca es­te acercamiento entre los jóvenes y Cristo, entre los jóvenes y la Iglesia!

Amadísimos hermanos y herma­nas, la liturgia de hoy nos recuerda que la verdad sobre Cristo Rey constituye el cumplimiento de las profecías de la anti­gua alianza. El profeta Daniel anuncia la venida del Hijo del hombre, a quien die­ron «poder real, gloria y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respe­tarán.

Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin» (Dn 7, 14). Sabe­mos bien que todo esto encontró su per­fecto cumplimiento en Cristo, en su Pas­cua de muerte y de resurrección. La solemnidad de Cristo, Rey del uni­verso, nos invita a repetir con fe la invo­cación del Padre nuestro, que Jesús mis­mo nos enseñó: «Venga tu reino». ¡Venga tu reino, Señor! «Reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz» (Prefacio). Amén».


Juan Pablo II. Homilía en la Solemnidad de Cristo Rey, noviembre del 1997

Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana


1. «A mí me lo hicisteis». ¿Cómo vivo la caridad y la solidaridad con mis hermanos más necesitados? ¿Cuál es mi actitud ante mis hermanos? ¿Percibo en ellos el rostro de Cristo?

2. «El Señor es mi Pastor, nada me falta». Recemos y meditemos en familia el bello Salmo 23(22).

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 678- 679.


[1] Principados: una de la categorías de espíritus reconocidas por el judaísmo del siglo I. Potestad o Autoridad en plural puede referirse a poderes sobrenaturales (Ef 3,10; Col 1,15) que a veces se representan como seductores de los hombres.

[2] Juan Pablo II. Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de los dos milenios. Editorial Planeta. Bogota, febrero 2005.

[3] El título de «Hijo del hombre» aparece 82 veces en los Evangelios y solamente en boca de Jesús. Este título hace referencia a la profecía de Daniel (Dan 7,13) acerca de un ser espiritual, pues está al lado de Dios, que vendrá a instaurar un nuevo reino y expresa la gloria divina de Jesús y su carácter humano.

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Fuente: VeMultimedios "Meditación Dominical"

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